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Han pasado ya casi veintidós años desde que iniciáramos esta aventura.

Comenzamos en un cuarto piso de la calle Vara de Rey, sin ascensor, con ese sabor de lo antiguo. Su planta obedecía a la típica disposición de las casas de hace ochenta años en los que a cada extremo de un largo pasillo, se colocan las habitaciones principales; a un lado un gran salón. En este caso éste tenía una estupenda galería o balcón acristalado, muy típico de las casas de esta zona norteña en general, de esta calle en particular.  Acondicionamos esta zona tan de estética bohemia, como aula de pintura. Imaginaros un salón de casi cuarenta metros cuadrados, con tarima de la de antes, de la que cruje a madera buena al pisar y no como ahora que suena a plástico aunque te aseguren que es de roble, con esa balconada acristalada, con bodegones y estatuas de la Venus y el discóbolo iluminados por focos.

Recuerdo a los primeros alumnos: Jonatan, un chaval de doce años; muy listo, aprendía rápido y bien. ¡Cómo pasa el tiempo, hoy tendrá treinta y tantos años ya!, Jesús, mi buen alumno y amigo Jesús; ha estado siguiéndome por todos mis Estudios de Pintura hasta hace cuatro años. Hace poco recordábamos aquellos años… La tercera persona en llamar a la puerta fue una señora mayor, de alrededor de setenta y cinco años. No recuerdo su nombre pero sí que no oía nada de nada y que cuando llamaba a la puerta, después de subir los cuatro pisos, ni pestañeaba, ¡impresionante! La semana pasada Jesús vino a verme y como cada vez que nos encontramos recordamos a aquella señora, delgada, seria, pero muy buena persona. Me decía que ella estuvo dibujando en la Industrial y que fueron profesores suyos Don Vicente Ochoa, el escultor y Emilio García Moreda.



Al otro extremo de la casa había otra gran habitación, muy luminosa; tenía un ventanal que ocupaba toda la pared. En ella acondicioné el que también sería mi primer estudio de restauración. ¡Qué recuerdos! Me decía Jesús: «¿Te acuerdas cómo subías las columnas de los retablos por las escaleras?». y yo: «¡¡&%$*&.. que si me acuerdo!!». Menos mal que en aquel entonces todavía sólo restauraba algunos con las columnas pequeñas, adquisiciones de anticuario en una época en el que las antigüedades estaban muy de moda. Y tallas. Y lienzos. Y todo aquello que entrase en aquel nuestro primer Estudio. Lo mejor era que gracias a los cuatro pisos sin ascensor trabajaba de veras; no había nada que consiguiera arrancarme de mis alturas.¡¡ Cualquiera bajaba!!

Y bajamos, vaya si bajamos de las alturas. La necesidad de espacio y de cuidar la salud, estaba harto de subir espejos por las escaleras, nos hicieron pensar a Lola y a mi, ella es mi mujer, pero sobre todo compañera, consejera, socia, inspiración y trabajadora como yo, en este barco al que nosotros llamamos Estudio. En realidad no sé por qué al principio lo llamamos Centro de Arte, porque coloquialmente nunca decíamos «vamos al Centro» o, cuando hablábamos con algún proveedor o cliente, «por favor me lo acercas al Centro de Arte», siempre era el «Estudio», así que lo cambiamos de nombre. Más que nada para no confundirnos y porque de repente empezaron a surgir «Centros» por todos los lados; de estética, de peluquería, médicos, ópticos… así que simplemente lo cambiamos.

Y bajamos. Habíamos observado que los estudios de los pintores siempre se encontraban en pisos altos como el nuestro; a lo sumo en pisos llamados «principales», de los que se encuentran en los edificios antiguos a piso llano con la calle. Pero nunca en un local comercial. La idea era nueva, en nuestro entorno al principio nos llamaron locos (a Lola y a mi), pero no importó: Mis padres, comprendieron la idea y la apoyaron como debían, incondicionalmente. Alquilamos un local, grande, de unos ciento cincuenta metros cuadrados, hoy lo vemos pequeño. Trasladamos todos los enseres de nuestro Estudio de Vara de Rey al nuevo. Era muy céntrico, en la calle María Teresa Gil de Gárate, eso sí, en la parte buena, la cercana a la Gran Vía.

Casi cuatro años y de nuevo la necesidad de espacio y mejores instalaciones nos hacen decidirnos por cambiar. En el centro, siempre en el centro, montamos el que hoy sigue siendo nuestro Estudio de Arte, con unas magníficas instalaciones de más de 300 m2. adecuadas perfectamente para la enseñanza del arte, un profesorado que atiende las inquietudes artísticas de cada alumno, que semana tras semana, año tras año acudís a nuestra academia.

Esta exposición es un homenaje a cada uno de vosotros, alumnos de ahora y de siempre, porque como a veces os he dicho: “El Estudio de Arte evoluciona con vosotros y vuestro éxito es el nuestro”

 

 

 

Gracias.

 

(Este escrito fue realizado para la exposición «Creando Escuela» realizada en abril y mayo de 2013 en la sala de La Merced de Caja Rioja)